A veces me gustaría otra vida. Pero no con más plata ni más flaca. Ser otra persona, mi vida se ha convertido en algo tan predecible que mis sueños llegan a ser emocionantes. El último fue que esperaba una hora para hacerme un aborto. Aborto esa palabra tan terrible para algunos. El lugar no era tétrico, supuestamente era la clínica alemana donde me atendían bien y me sentaban en una camilla y me hacían el procedimiento. Terminaba y una enfermera vieja y gorda me felicitaba por haber abortado. Después llegaba a una pieza y me dolía la guata. Fin del sueño.
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